Yace aquí la evolución de quien he sido a quien soy.
El reflejo de quien fui, la proyección de quien creo ser.

10.06.2015

Infatuación

Soñé que estaba a su lado.
Y también que yo era sus manos.
Grandes, pero suaves y hermosas.
Capaces de tapar el sol con un dedo.

Soñé que veía a través de sus ojos,
y aun así sigo sin comprender.
Me desperté a las cinco de la mañana,
con los ojos todavía abotargados y la mente nublada.

Ya no es de noche, pero sigue sin salir el sol.
Las predicciones climáticas sugieren un cielo nublado
y tormentas durante los próximos días.
Mi habitación está oscura y mi cama vacía, una vez más.

La arquitectura del alma que portaba hace dos días
había tomado más de quinientos días en levantarse.
Me reflejé en su mirada, me decía que vendrían
a limpiar las repisas y pintar las paredes; falacias.

Sus pies marcharon al interior de las cámaras,
resguardadas en mi corazón palpitante, únicamente
para instalar los explosivos. Uno en cada esquina
de la sala de mi alma, que es cuadrada y necia.

Necesito una pastilla para dejar de pensar en usted,
porqué sé que está con otro, regalándole el sonido de su risa nerviosa,
a cuatro horas y quién sabe cuántos kilómetros de mí.

Y aunque exclamo no quererle cerca, le pagaría en oro
al rey del cosmos para tenerle hoy en mi cama,
acariciándome la espalda y ayudándome a dormir.

Son las cinco y treinta de la mañana y no logro reposar.
En mi mente resuena el eco de su nombre y
en mi cama todavía queda una estela de su olor.
Su nombre solía sonar a hogar, ahora no rima con más que con dolor.

Ya son las seis y el sol se levantó, mi alarma está a media hora de sonar
y mi corazón a no sé cuántos días de repararse. Ni siquiera quiero
seguir intentando dormir, porque todo con lo que me topo
al esconderme las pupilas, es con su rostro enigmático y su sonrisa en forma de eme.

Eme de mi nombre y el suyo. Eme de montaña y
del lugar donde su voz resuena en el bosque.
Eme de muerte. Eme de me estoy ahogando.

Hoy más que nunca desearía haberle dicho todas las palabras
que me recorrieron la mente al verme reflejada en sus pupilas.
El alma me pide llorar más, pero mis ojos necesitan un descanso.

Son casi las siete y desearía poder borrar de mis manos y
de mi cerebro el olor de las flores que nacen en sus poros.
Desearía no requerir de un espíritu decaído
para curarme las crisis creativas.

Y ahora, ¿qué hago yo con todas las historias que me guardé
para relatarle con mi voz y así no las olvidara?
¿Qué hago con todas las rosas que recogí en mi jardín,
para que les pudiera percibir el olor de los pétalos, aun en el otoño?

¿Cómo hago para recostarme en mi cama, sin recordar
la manera en que su piel brillaba bajo la luz de mi ventana?
¿Qué diablos se supone que haga cuando el lugar donde me encontré a mí y a mi paz,
ahora no es más que el lugar donde usted reside y donde sus manos sostienen otro cuerpo?

¿Cómo hago para atreverme a acercarme a mis árboles,
sin sentir el pavor de toparme con el sonido de sus pasos acompañados?
Ya van dos horas en que no hago más que pensar en usted,
¿qúe hago con el resto de mi(s) día(s)?

Irónicamente ayer conocí la definición de la palabra "infatuación".
Siete treinta de la noche, me gusta pensar que me puede escuchar
cuando le hablo en mi mente.
Je me suis trouvé avec toi et tu m'as détruit.

5 de octubre. 

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