Berlín me recuerda a mí misma.
Tiene esta oscuridad profunda y cautivadora.
Negro que es cálido como el trópico.
Negro que es acogedor, tibio, y te atrapa.
Berlín es de cielos grises y sonrisas radiantes.
Casi quisiera quedarme atrapada aquí.
Me gustan su cerveza, sus clubes y sus caras.
A la vez, siento que me engulle un trozo del ser.
¿Dónde están mis montañas?
Me rodean horizontes de asfalto.
Las miradas verdes abundan.
Las prendas oscuras también.
Berlín me ha enseñado a sonreír
cuando me topo espontáneamente
con la mirada de un extraño.
En lugar de acudir a un paisaje inexistente.
Berlín me tomó bruscamente entre sus manos,
me rasguñó, me desnudó y me gustó.
Esparció pedazos de mi alma por toda la ciudad.
Son casi las cuatro de la mañana.
Me voy mañana.
Desde hoy me llamo _________.
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