a pesar de mi adoración
nunca más me podré permitir
el hacérsela saber.
No le amo desde este momento,
no le ansía mi espíritu,
ya no más.
Sea esta la mayor falacia
haciendo reverencia ante su Dios,
y aunque me arda la lengua
de mentir, ya no quiero más
de usted.
Es así como nuevamente
volverá a clavar la mirada
en el terciopelo de mi sala,
y será el ojo en mi espalda
quien me describa la delicadeza
y la incertidumbre en su mirada,
para así no poderla olvidar.
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