Extraño cosas,
como verle los ojos queriendo comerme la boca
en las mañanas en que amanecíamos con las espaldas desnudas,
una junto a la otra.
Parpadeé y ya no estaba,
me doy cuenta de que ha sido un año desde que le permití terminar de destruirme,
desde que le abrí las puertas a los restos de mi alma,
a los residuos de mi ser, y se lo llevó todo.
Como un ladrón a medianoche,
entró por una puerta que ella misma se forjó
y me pulverizó, tal vez sin querer,
pero me cambió todo lo que soy, o lo que era.
Y tal vez a veces extraño ser la musa de sus poemas,
y que me dijera con una mirada que era la más guapa del lugar,
extraño cosas,
como rozarle los dedos por la espalda desnuda.
Tenía labios de sabor amargo, como a ebriedad,
y la mirada negra y profunda como un abismo,
y me consumía,
me consumía a mi porque ya había consumido todo lo que quedaba de ella.
Y me gustaba,
porque yo era pura y tenía corazón,
y me excitaba como me violaba el alma
y tenía suficiente dicha para ambas.
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